50 años después del Golpe de Estado en Chile: ¡Apaga la tele!
Encuestas muestran que la mayoría de chilenos, especialmente los activistas, desconfían de los medios de comunicación – consideran que se oponen a sus intereses.
No fue una ni dos. Las expresiones de descontento contra los medios de comunicación y, en específico, contra la televisión los días que Chile vivió la masiva protesta social de octubre de 2019 fueron numerosos y variados. Los equipos de los principales canales de televisión, por ejemplo, no pudieron poner camarógrafos en las amplias manifestaciones callejeras en Santiago, porque eran inmediatamente enfrentados por los manifestantes. En regiones, como en el Bio Bio y Valparaíso, la situación fue similar. Distinto fue lo que sucedió con la televisión comunitaria y extranjera, la que en su gran mayoría fue acogida e incluso apoyada por las y los manifestantes. Emblemático es el momento en que una periodista y el cámara del canal Telefé de la televisión argentina fueron socorridos por manifestantes que les prestaron asistencia al ser rodeados de gas lacrimógeno en pleno despacho desde el centro de Santiago.
Este texto es parte del dosier que se publicó el 8 de septiembre de 2023 en el periódico taz en motivo de los 50 años del golpe militar en Chile. Apoyado por Estados Unidos, el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 puso abruptamente fin al gobierno democráticamente elegido del socialista Salvador Allende. Más de 3.000 personas perdieron la vida durante la dictadura que siguió (1973-1990). Muchas más fueron encarceladas, torturadas y obligadas a exiliarse. La Fundación taz Panter, junto con la Fundación Rosa Luxemburg y con el apoyo de la Fundación Umverteilen, conmemora 50 años después los acontecimientos de entonces y, al mismo tiempo, se pregunta, cómo influyen los hechos de hace 50 años en el día a día en el Chile actual. Estos y otros textos, los encuentran también aquí en alemán.
Las cifras de desconfianza hacia la televisión, en cada encuesta, son altas, así como es alta la desconfianza general por parte de organizaciones sociales y activistas que observan en los medios de comunicación a un agente contrario a sus posiciones. Esta desconfianza es, por otro lado, la certeza que, frente a cada manifestación social, los medios estarán del lado del status quo, del modelo neoliberal, de las autoridades de gobierno, pero no de las demandas ciudadanas, las que tenderán a ser invisibilizadas, ridiculizadas o criminalizadas.
Contra dicho escenario, las respuestas ciudadanas y profesionales han venido fuera de los medios tradicionales a través de redes sociales activistas, y de iniciativas mediáticas independientes como Piensa Prensa, Radio Villa Francia, Canal Señal 3 La Victoria, Radio Los Placeres, Resumen; y otros que desde un periodismo lejos de la hegemonía neoliberal chilena, desarrollan una cobertura distinta a los medios tradicionales, como El Desconcierto, El Mostrador e Interferencia. Un aspecto muy relevante en el escenario chileno es la aparición de medios de información con marcado énfasis en la investigación, donde resalta el reciente trabajo de Labot y el destacado trabajo del Centro de Investigación Periodística (CIPER).
Las perspectivas de la izquierda se hacen fuertes
Este abanico de medios es diverso y no tiene más ligazón que ser una alternativa a lo que por años entregó el escenario mediático chileno, al proveer miradas desde las izquierdas; desarrollar un periodismo ajeno al estatus quo del mainstream neoliberal; y al llevar a cabo un periodismo de investigación profundo y riguroso. Y tal abanico no es poca cosa en un país que tras salir de la dictadura del general Augusto Pinochet en 1990 vio cómo la prensa independiente, e incluso la que luchó en contra de la dictadura, desapareció en favor de un periodismo que quedó en pocas manos, todas muy favorables al legado de Pinochet. Una de ellas fue la principal cadena de periódicos del país, El Mercurio, de propiedad de Agustín Edwards, quien a inicios de los 1970s recibió fondos por parte de la CIA y complotó junto al gobierno de Richard Nixon para derrocar la presidencia de Salvador Allende.
Ese sistema de medios heredado de la dictadura, no obstante, se vio alterado con el surgimiento de redes sociales que, en algún grado, mellaron esa hegemonía. Sin embargo, el auge de las redes sociales no necesariamente mejoró el nivel informativo de las personas, especialmente en los últimos diez años, con altos niveles de desinformación en la población, a partir de iniciativas informáticas desarrolladas para engañar, confundir y mal informar a la población. Este fenómeno, de carácter mundial, no ha estado ajeno en Chile y las últimas elecciones presidenciales y de constituyentes para redactar la constitución así lo demuestran.
La desinformación es como un virus
Ese virus de la desinformación ha alcanzado también a la prensa más tradicional, lo que llevó al surgimiento de una serie de plataformas de fact checking que ha brindado un gran aporte a la hora de detener declaraciones falsas o engañosas, proferidas tanto por medios de comunicación como por autoridades, instituciones y personas naturales. Allí destacan sitios como Mala Espina Check y Fast Check, los cuales nacieron inmediatamente después del inicio del “estallido social“ en 2019. Tal nacimiento se explica por el flujo de desinformación y alto nivel de desconfianza respecto de los medios de comunicación tradicionales. Ambos medios de fact checking han visto crecer sus seguidores en redes sociales. Fast Check, por ejemplo, cuenta con 246 mil seguidores en su cuenta de Instagram.
Tanto nuevos medios independientes, como iniciativas de fact checking, presentan una aproximación al periodismo que brinda matices importantes en la esfera mediática chilena, dominada por canales de televisión, prensa escrita y online, y radios financiados de manera privada, cuya penetración y generación de contenido es abrumadoramente mayor que la de medios independientes o de fact checking. A lo anterior se suma la ausencia de un servicio de medios públicos y la aparición de medios creados con el ánimo de desinformar de manera permanente, especialmente durante campañas políticas. Aquí se puede nombrar el trabajo del argentino Fernando Cerimedo, cuya empresa desinformadora ha operado en Argentina, Brasil y Chile en apoyo de iniciativas de derecha y ultra derecha.
A 50 años del golpe de Estado, Chile tiene cierta diversidad mediática, pero esto no es sinónimo de una equidad, de justa distribución o igualdad. En otras palabras, que haya muchos actores, no significa que todos tengan el mismo peso. La distribución de la capacidad de hablar, significar y aparecer en lo público, sigue estando en plataformas mediáticas comerciales y homogéneas en cuanto a ideología y formato. ¿Existe periodismo de calidad en Chile? Sí. ¿Tiene peso en el grueso de la población? No. El grueso de la población se informa por la televisión abierta y por las redes sociales. Es decir, vía medios que alimentan el miedo y la sensación que el país va hacia una izquierdización y debacle absoluta. En dicho contexto, no extraña que el 27% de la población chilena crea que Chile es un régimen comunista. La tele, en Chile, no se apaga, sigue muy viva y ocupa un lugar central sustentando la estructura económica, política y social de Chile, aquella que Pinochet y sus ideólogos diseñaron para el país.
Este artículo también se publicó en alemán.
Jorge Saavedra es periodista y licenciado en Comunicación Social (Pontificia Universidad Católica de Valparaíso), máster en Comunicación Política (Universidad de Chile) y doctor en Comunicación y Medios (Goldsmiths, Universidad de Londres). Su investigación se centra en los medios, la comunicación y el activismo político, así como en los estudios culturales y el cambio social.
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